lunes, 10 de julio de 2017

Empezamos el #ProyectoMujeres en Líbano

Primera parte de la gira

La furgoneta de Yehya viene a recogernos temprano y nos lleva al campo de refugiados de Chatila, donde viven mas de 25.000 refugiados, palestinos en su mayoría y también sirios. El campo ocupa una superficie de 300 m x 500 m y la falta de espacio hace que los edificios sean altos y se construyan pegados unos a otros, por lo que apenas entra la luz del sol. Las calles son estrechas e irregulares, y da la impresión de entrar en un laberinto cubierto de cientos de cables de electricidad  y agua que se entrecruzan por el aire sobre nuestras cabezas. Cientos de personas mueren cada año en Chatila por las malas condiciones de seguridad y la falta de higiene. Las casas rezuman humedad y vemos cucarachas recorriendo la basura. Nos dicen que hay ratas, pero por fortuna no vemos ninguna.



En este entorno sucio y mísero crecen los niñxs palestinos para los que actuaremos hoy. En esta escuela de Chatila ofrecen educacion a los niñxs huérfanos o cuyas familias no tienen recursos. Es el primer bolo de la gira y todo se complica. Colocan al público en la sala antes de que podamos preparar el equipo y los objetos que utilizamos en el show, y los tenemos que poner en escena con los niñxs ya sentados y deseosos de ver el show. A pesar de todas las dificultades técnicas y del calor infernal, conseguimos acabar el bolo. Entonces llega la primera lección de esta gira, los niñxs suben al escenario para abrazarnos y darnos las gracias, decirnos que nos quieren y que se lo han pasado muy bien. Al ver todos esos ojos oscuros tan llenos de amor, nuestro ego se va por la puerta de atrás y recordamos la razón por la que hemos venido a Líbano.



Por la tarde tenemos un  bolo previsto en el campo de Barajneh, en un centro de día para ancianos. Nos encontramos con la sorpresa de que todas son mujeres excepto un hombre. Estas mujeres son pura fuerza y  alegría. Tienen tantas ganas de jugar que una de ellas pasa medio show en escena con nosotras. Al final del show acabamos todas bailando juntas, es como si nos conociéramos desde siempre. Cuando terminamos el show, las voluntarias del centro nos atienden con mucho cariño y nos ofrecen café, té, galletas y zumo. Nos emociona recibir la gran hospitalidad de esta gente que vive con tan poco.





Al terminar el show, Yehya nos lleva a recorrer el campo y a visitar a un amigo médico que ha estudiado en Cuba y habla español. La entrada de la clínica es deprimente, sucia y lúgubre, parece mentira que en ese lugar pueda existir un centro médico de calidad. Una vez atravesamos el portal y subimos las escaleras, entramos en una clínica acogedora y limpia, pero falta de recursos. El doctor nos recibe con amabilidad y nos cuenta miles de anécdotas, la mayoría  inventadas con mucho humor. Para nuestra desgracia nos enseña vídeos de sus operaciones en directo, es un momento surrealista... hasta nos recomienda operaciones estéticas. ¡Si estamos 5 minutos más allí acabamos operadas! A pesar de que podría trabajar en cualquier hospital del mundo, ha decidido dedicarse, sin ningún tipo de ayuda pública, a prestar atención sanitaria en este campo.




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